Comentario
Capítulo CXXV
Que trata de cómo salió Pedro de Villagran para Peltacaví, adonde estaba un fuerte de indios, y de cómo los desbarató
Viéndose Pedro de Villagran tan venturoso, e informado de este fuerte, y como Dios nuestro Señor le había ayudado en lo demás, y encomendándose a su bendita Madre, confiado que ansí le ayudaría en lo demás como hasta allí le había ayudado, salió con cincuenta hombres, lunes a veinte y ocho de agosto de mil quinientos y cincuenta y cuatro. Y llegado y reconocido el fuerte y sitio en que los indios estaban, se puso en una parte donde más raso estaba. E visto por los indios, escomenzaron a hacer aquello que acostumbran: a tocar las cornetas y hacer los fieros y dar grandes voces.
Estaba este fuerte en medio de un grande y espeso monte de muy grandes malezas. Corría un hondable estero por junto a él que casi le cercaba y de esta banda estaba Pedro de Villagran con su gente. Tenía una gran plaza y junto a la orilla del río, que era raso, tenían una gruesa y fuerte trinchera hecha de palos, que tomaba desde el monte todo el raso, sin puerta. Y adelante, dejando otro compás de llano en largo, estaba otra trinchera, la cual llegaba a entrambas partes y se juntaba al monte con una puerta casi al cabo. Y más adelante, dejando otro compás en largo, iba de monte a monte otra paliza con una puerta en medio, la cual tapaba otra pequeña palizada. Y de la otra parte había otra gran plaza donde tenían sus casas y mujeres e hijos, cercado de montaña espesísima. Estos compases que había de las palizadas estaban lleno[s] de hoyos. De esta causa no había sino caminos por donde ellos andaban.
Viendo Pedro de Villagran el peligroso fuerte, escomenzaba y hacía que quería pasar, y los indios salían al compás que había de la palizada a riberas del estero y de allí flechaban a los españoles. Y viendo Pedro de Villagran que toda la gente de guerra, o casi la más, estaba en aquella frontera mandó a doce españoles de a pie fuesen por aquel monte adentro, porque si los indios caminaban había de ser por aquella espesura del monte, y que por donde pudiesen allegar al fuerte, hiciesen por entrar, porque él, en sintiendo ruido dentro, se arrojaría con los de a caballo, y a nado pasaría el estero y entraría a los favorecer.
Pues idos los doce españoles por el monte adentro, aunque con trabajo, llegaron a una senda que los indios tenían para su servicio, y toparon piezas que les metían hasta la plaza que tengo dicho, donde tenían las casas. Y éstos fueron dentro sin ser sentidos. Luego les salieron los que estaban guardando las mujeres e hijos y pelearon con ellos. Ida la nueva a la gente que estaba con los otros españoles, que van entrando por otra parte españoles, escomenzáronse a dividir y haber gran ruido entre ellos.
Y viendo el maestre de campo que los indios se dividían, consideró que los españoles estaban dentro e que habían menester socorro. Se echaron a nado con los caballos, y pasaron el estero y rompieron por una parte de la palizada. Entraron dentro a pesar de los indios, aunque algunos caballos caían en los hoyos, más solamente se hirió un caballo. Y ansí socorrieron a los doce españoles, que no poco menester lo habían cuando llegaron, porque como sea gente de pie, atrévense más los indios que no a los de a caballo. Y ansí acordaron los indios de desmamparar el fuerte y meterse por aquellas espesuras de monte. Y ansí fueron desbaratados y los españoles quedaron por señores del fuerte.
Con esta buena diligencia y maña que Pedro de Villagran se daba, sustentó aquella ciudad todo el tiempo que estuvo, aunque el trabajo del invierno era grande.